MADRUGÁ 2020
MADRUGÁ 2020
Hoy
quedó mi túnica del armario colgada, quedó mi cirio de madera sin cera,
quedaron marchitos los claveles de sangre, quedaron los corazones anhelantes. Y
quedaron cerradas puertas y ventanas. Y miles de almas desoladas. Y el aire me faltaba y las fuerzas me
abandonaban…y fue cuando el sueño me venció.
Y soñé, y aferrado a las manos de mí
mujer y mis hijos me vi, ya de morado, corriendo la calle abajo, y cuando la
Plaza alcanzamos, ya estabas Tú de Guadalcanal rodeado y en silencio aclamado.
¡Que gozo sentí de volver a caminar junto a Ti!
Y volvió a fluir el río morado por
los fríos adoquines. Volvió la cera morada a iluminar el camino. Volví a sufrir
al ser testigo de tu tormento, y volvió tu bendito rostro a darme fuerza y
consuelo.
Y como cada año temblé y me
estremecí en cada esquina, en cada calle…en cada reencuentro con los que, aun
sin verlos, veo cada Viernes Santo.
Y todo fue tan igual y tan
diferente, tan doloroso y tan alegre, tan lejano y tan cercano…tan pasado y tan
presente.
Y una lágrima, hija de la emocionada
dicha que sentía, rodó ardiente por mi mejilla, y su escozor del dulce sueño me
despertó.
Y mi corazón pugnó por alzarse rebelde
contra esta sinrazón.
Y sin consuelo, el silencio de la
desierta y lejana madrugada me aplastó.
Rafael Ángel Rivero del Castillo
Toledo, 10 de abril de 2020, Madrugada del Viernes Santo
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