
MAESTRO AMIGO. Sentado frente a mi ventana abierta, mi vista se pasea por las fachadas blancas, encaladas, apretadas… desparramadas por la falda del Albaicín granadino; detrás, sonrojada por el sol poniente, la Alhambra se eleva imponente y al fondo, por encima de todo, el Veleta y Sierra Nevada, aun blancos por las nieves postreras de esta naciente primavera. Un cuadro único que contemplo mientras mi olfato goza de la fragancia de azahar que el naranjo, bajo mi ventana, derrama generosamente en rededor. Junto a mí, en un sillón, con sus curvas perfectas, su diapasón erguido, y su belleza simétrica, ella descansa, recostada, ajena e indolente. Pareciese que su boca abierta quisiera suplicarme que la acaricie. Pero mi pensamiento, guiado por mi oído, se deja embaucar por la fuerza de las insuperables vibraciones del cordaje de la guitarra que, a través de los auriculares, llegan a mi cerebro como un torrente de sonidos intrépidos unas veces, y armónicos otras. Los acordes llegan n...